viernes, 2 de agosto de 2019

El placer de ser un médico escritor


Eduardo Bastías Guzmán Nació un 25 de diciembre de 1936 en la ciudad de Valparaíso, cuna de artistas y escritores. Estudió medicina en la Universidad de Chile hasta el año 1962, especializándose en medicina interna en el hospital El Salvador de Santiago y en cardiología en el hospital Carlos Van Buren. Entre 1976 y 1980 fue jefe de cardiología en el Hospital Naval. Tras ello, llegó hasta la ciudad alemana de Bielefeld para especializarse en medicina intensiva, estando cuatro años dedicado al rescate médico. De vuelta en el país, asumió la jefatura de la unidad de cuidados intensivos del hospital Gustavo Fricke, con el tiempo fue nombrado jefe de medicina interna, para más tarde desempeñarse como director del recinto asistencial. Destacado por su aporte al desarrollo científico humanista, hoy está dedicado a la academia en la Escuela de Medicina de la Universidad Andrés Bello.


En esta entrevista, habla de su pasión por los cuentos y las novelas, su paso por Panorama Médico  y su relación desde la infancia con la literatura.

Partió de muy niño en la revista escolar del colegio echando a volar su imaginación con sus cuentos infantiles. Por ese entonces, estudiaba en los Sagrados Corazones de Valparaíso, ubicado en la tradicional calle Independencia, donde su afición era tan fuerte y conocida -dice- que “en la semblanza del colegio, donde destacaban y describían las virtudes, señalaban que ´Eduardo Bastías sería un escritor´, sin embargo, nadie presagió que mi vocación profesional iba a ser la medicina (ríe). De niño escribí muchísimos cuentos y en la adolescencia seguí haciéndolo, contabilizando hasta el día de hoy más de 200 historias.

Éramos tres hermanos, mi padre ingeniero de la marina mercante y mi madre una abnegada dueña de casa y vivíamos en el cerro Bellavista. En aquella época no había redes sociales, ni Internet, ni nada parecido, la única entretención era ir al teatro o conocer el mundo a través de los libros. Si estabas enfermo de sarampión, por ejemplo, en tiempos donde no había vacuna, la lectura era tu mejor amigo. A través de los libros desperté mi imaginación y el gusto por la escritura, inspirado en las historias de Robinson Crusoe, La isla del tesoro y los libros de Emilio Salgari. Un compañero de vida”. 

Me imagino que, entre tantos cuentos, habrá uno más significativo ¿o no? Uno de los cuentos más significativos lo escribí hace 12 años y fue reconocido con el primer lugar en Narrativa del Encuentro Latinoamericano de Médicos Escritores de Buenos Aires y la Liga Sudamericana (2007). Y en lo personal con cariño lo llamo `el premiado`. “Si no llevara la mula cargada” cuenta la historia de un vendedor de quesos del altiplano, en el norte de nuestro país, que junto a su inseparable mula se encuentran en el camino con un cadáver.   

Y el género de novela, ¿cuándo llega a su vida? Ya en la adultez, más maduro, di el salto y me atreví en 1991 a escribir mi primera novela llamada: “Donde vuelan los cóndores”. Una novela que complementé mis dos pasiones: la medicina y la literatura. En ella abordé de manera didáctica el amor de juventud con la prevención y el contagio del VIH, en momentos donde me desempeñaba como médico jefe del servicio de Medicina Interna del hospital Gustavo Fricke y conocí a los primeros pacientes que llegaron al establecimiento.

Un estilo de narrativa en la que no se entregan normas ni recomendaciones, ya que las enseñanzas son las conclusiones que el propio lector saca de la obra. “Donde vuelan los cóndores” en un comienzo tuvo dos ediciones particulares (1993 -1994), distribuidas en establecimientos escolares. Luego, en 1995, la editorial Andrés Bello hizo 27 ediciones seguidas, dos fueron con el Ministerio de Educación, también con diario la Tercera y su Biblioteca Escolar Icarito. Escribirla fue realmente un desafío que decidí emprender solo, sin conocimiento más que mi experiencia. Porque el género de la novela es muy distinto a los cuentos. En el último te basas en la anécdota y en un hecho, en cambio en la novela te centras en las personas y en cada uno de los personajes y protagonistas, dando forma y fondo a cada uno de ellos. Es complejo porque a medida que se desenvuelve la historia debes ser consecuente con el relato del personaje. Me costó alrededor de seis meses terminarla y cerca de un año y medio corregirla. He sido invitado a distintos establecimientos educacionales de todo Chile para dar conferencias con escolares y profesores sobre esta temática, lo que me llena de satisfacción.

Luego de esa experiencia, ¿pensó en escribir otra novela? Que bueno que lo preguntas (ríe), recientemente finalicé mi segunda novela, que se edita este año, pero es más bien histórica y trata en profundidad el conflicto del canal Beagle con Argentina. La escribí porque me pareció interesante abordar un hecho donde Chile estuvo muy cerca, por no decir a punto, de enfrentar una guerra sin precedentes en el territorio, pero que por esos años pasó inadvertida entre la ciudadanía. Está basada en testimonios y algunos personajes ficticios.

Pasando a un tema más personal, ¿cómo es su relación con la literatura hoy? Hay un escritor y médico, Antón Chejov, que describe -bajo su particular estilo- lo que muchos sentimos por esta afición. Decía que “él estaba casado con la medicina y tenía una amante que era la literatura”. Con los años he tenido la fortuna y la satisfacción de desenvolverme en ambos sentidos. Siempre he dicho que no me considero un escritor sino más un aficionado, como quienes se dedican al arte, la pintura, la música y el deporte. Este interés de los médicos por la literatura creo que viene dado por la cercanía de la profesión con lo humano, ese ir y venir entre la vida y también la muerte. Transmitir esas ideas que muchas veces se observan y se perciben y que son temas que uno vive y enfrenta a diario; en lo que somos, lo que hacemos y que están ahí a nuestro alrededor.   

¿Cómo describe su paso, por cerca de 10 años, en el espacio “Médicos Escritores? Partí en la revista Panorama Médico como crítico de libros. Fue tan bien recibida la sección, que sorpresivamente comenzaron a llegar muchos cuentos de médicos escritores aficionados, por lo que decidimos abrir el concurso literario y un espacio dedicado a su publicación. Siempre fue un agrado y nunca un esfuerzo, pero a mis casi 83 años, me parece que es ya oportuno darle cabida a alguien más para que se haga cargo de esta sección. Son más de treinta los médicos de la región de Valparaíso que han sido parte de este espacio literario “Médicos Escritores”, por lo que para cerrar esta etapa de casi 10 años realizaremos un encuentro el mes de octubre en la comuna Olmué para escuchar, conocernos y contar cuentos.

Agradezco enormemente la oportunidad que entrega el colegio médico a través de este magazine a la cultura y las artes.   

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