sábado, 30 de mayo de 2020

Anitja

Vivo corriendo.

Corro sin parar
sobre fonolas, lomos de toro,
trigales de hormigón armado,
y  jabonosos cilindros.

Indago en la paz del amanecer,
y el rocío
también trota
y trepa
y navega en nubes predestinadas.

Compruebo que en la calma de la noche
el aire corre y compite,
sin pausa,
con centauros inoxidables.

Me pregunto si existe la tregua
y percibo elementos centenarios
que corren a velocidades paralelas.

Me empeño en un afán de rebuscar
el descanso reparador
y tropiezo con la luz,
viajando a velocidad constante,
superando
galaxias imaginarias.

Comienzo a agotarme.

Alguna esperanza
me infunde el tren,
llegando a su destino,
pero la locomotora
no cesa de resoplar
y los carros permanecen despiertos.


Sigo trotando.

Troto cuando duermo.
Las apneas,
me inducen pesadillas
y arritmias malignas.

Tampoco se detienen
mis ondas peristálticas,
ni las ondas vasculares,
ni las sinapsis ocultas,
ni nada de lo que me hace ser
lo que soy.

¿Hasta cuándo?

Hasta que desmayes
me responden las olas eternas.

Hasta que te desprendas del hilo,
me advierte el volantín viajero.

Emerge el sol
y me basta con verlo ascender
sin perder su ruta,
para terminar aceptando
lo que era de esperar.

Debo integrarme a la Gran Parada.

El río no corre porque lo impulsan,
y la semilla no brota porque la apremian.

Aquéllos
provistos de energía
jamás descansan.

Acepto
que el árbol no deje de crecer,
ni siquiera al encorvarse,
y que el pasto siga su destino,
pasando por librillo y cuajo,
para reciclarse.

Debo cumplir con mi destino, 
caminar por el borde costero,
firmar diariamente ante notario,
y dejar constancia en la arena.

Ahora
empieza a hostigarme
la quietud
de la roca empotrada.


Epílogo

Cuando recién transcurre
un tenue porcentaje,
quiero convertirme en juglar
y con zancos de flamencos ancestrales,
proclamar
al borde de un lago andino,
que la meta está más allá de la vista,
detrás de los cactus,
debajo del rocío vinoso,
encima del cobre,
y que debemos trotar
siempre,
sin congelar la imagen,
y mucho menos
pretender doblegar
la expansión del universo.              

Viña del Mar, Diciembre del 2003

martes, 19 de mayo de 2020

Chejov, Kafka y Borges: Enfermedades que marcaron sus vidas y sus obras literarias (Conferencia)

Clase magistral impartida con ocasión de la inauguración del Año Académico 2016 de la Facultad de Medicina, Universidad Nacional Andrés Bello (U.N.A.B.), Chile.


Es muy probable que si el destacado escritor Franz Kafka no hubiese presentado problemas de salud -tanto físicos como psicológicos- habría sido incapaz de desarrollar obras tan aclamadas como “La Metamorfosis”, la que ha tenido un efecto trascendental en distintas generaciones de escritores. Pero el escritor checo no es el único cuya literatura ha sido influida por enfermedades. Diversos son los autores que han permitido que la pluma sea empapada por la patología. Y este puente, entre la medicina y las humanidades, es el que nos invita a analizar el Dr. Eduardo Bastías, a través de su conferencia “Antón Chejov, Franz Kafka y J.L. Borges: Enfermedades que marcaron sus vidas y sus obras literarias”, la que dictó durante la inauguración del año académico de la Facultad de Medicina de la U. Andrés Bello. Tras repasar brevemente la historia de cada autor, el médico se detuvo en la ceguera de Borges, la tuberculosis de Chejov y Kafka, además de la depresión clínica y fobia social que sufrió este último, con el fin de entender como estas enfermedades lograron aportar a las letras, a las fortalezas y superaciones individuales. Pero también, como podemos verlas plasmadas en el relato.